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La ciencia en el centro de la agenda



Hace un año, cuando apenas nos estaban llegando las primeras noticias sobre un extraño virus en China, era difícil imaginar todas las experiencias que íbamos a atravesar. Hoy, mientras la atención mundial está en el desarrollo, producción y distribución de las vacunas como salida a la pandemia, es destacable el lugar central que la ciencia ocupó en los debates. Gráficos, vacunas, test, barbijos, papers son temas que se impusieron en los medios de comunicación, y en todos nuestros grupos de whatsapp, zooms, charlas con familiares y amigues. De esta manera, la ciencia1 quedó bajo el escrutinio de la ciudadanía, como protagonista cotidiana e incluso parte de las principales decisiones políticas. Así, queda en evidencia no solo su potencialidad, sino su realidad, limitaciones y complejidades.

La increíble velocidad del sistema científico internacional para producir una vacuna en tan solo un año convivió con un proceso de producción científica ao vivo. En un principio, por ejemplo, no estaba claro cuánto servían los barbijos pero se hacía mucho hincapié en desinfectar las superficies. Luego, con los avances de los estudios sobre el virus, se determinó que se contagia principalmente por aerosoles, entonces los barbijos se volvieron indispensables, mientras que el furor por los desinfectantes se aplacó. La mayor visibilidad que adquirió el proceso de construcción de conocimiento científico trasladó al seno de la sociedad una serie de interrogantes epistemológicos. La opinión pública descubrió que la ciencia no tiene respuestas absolutas, y en cambio va construyendo consensos que pueden revisarse e incluso modificarse.

Además, la capacidad de los Estados de detectar casos, predecir escenarios, desarrollar y acceder a avances tecnológicos se volvió un factor fundamental de gobierno y soberanía. La pandemia, cuyo final está sujeto a la inmunización de la mayor cantidad posible de personas, dejó al descubierto la necesidad de tener un sistema científico fuerte y consolidado como garante de autonomía. La capacidad de producir y desarrollar vacunas, así como de tener organismos confiables para poder garantizarlas y controlarlas, se vuelve fundamental tanto para el acceso a la salud como para el desarrollo económico. Esto último se explica ya que la vacunación masiva es la forma de superar las numerosas restricciones a la movilidad que se tradujeron en la gran recesión económica global.




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