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Lo que la pandemia nos deja.

Políticas y propuestas hacia la integración socio urbana, el desarrollo territorial y la desconcentración poblacional.




Cuando el 20 de marzo de 2020 el Poder Ejecutivo Nacional decretó el inicio del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio frente a la llegada del COVID-19, unos cuantos interrogantes se precipitaron sobre los bordes del debate público. ¿Cómo iban a mantener sus ingresos aquellas personas que trabajan en la vía pública? ¿De qué forma se iba a garantizar el teletrabajo? ¿Qué sucedería con el cuidado de les niñes ahora que ya no asistirían a instituciones educativas? ¿Cómo se mantendría el abastecimiento de combustible, alimento y remedios en las ciudades? Con el correr de los días muchas de esas preguntas fueron encontrando una respuesta. Tanto el gobierno nacional como los gobiernos provinciales y municipales fueron ensayando una hoja de ruta que, a pesar de algunos tropiezos, fue dando ciertos resultados en el corto plazo, los cuales se vieron reflejados en el nivel de apoyo que la cuarentena argentina obtuvo en sus primeros días.

Pero no todas las preguntas obtuvieron una respuesta, o al menos no de forma rápida. Entre ellas se encontraban aquellas que apuntaban a las condiciones desiguales de las ciudades para afrontar el tiempo de encierro, distancia y cuidado. Porque si bien en los últimos años se habla de las ciudades como un INTRODUCCIÓN 1 Pág. 3 todo, por momentos hasta como de un sujeto, en su interior conviven realidades absolutamente diferentes. Y desiguales. En ese punto es donde los interrogantes se metían en aguas más turbias. ¿Cómo lavarse las manos permanentemente en viviendas que no tienen acceso a la red de agua corriente? ¿Cómo podrían garantizar sus necesidades básicas de consumo aquellos hogares en las barriadas cuyo ingreso familiar se estaba por derrumbar? ¿Cómo sostener la escolaridad de les niñes en lugares donde el acceso a la conectividad es impensado? ¿De qué manera sostener el planteo universal del “quedate en casa” cuando hay alrededor de cuatro millones de argentinos y argentinas que viven en barrios populares con altos niveles de hacinamiento?

Referentes barriales y sociales, curas villeros y líderes de organizaciones políticas no tardaron en advertir la cuestión. Al poco tiempo de iniciada la cuarentena, la circulación de la pandemia tocó la puerta de las villas, asentamientos, hoteles y conventillos de nuestras ciudades. Las reacciones fueron distintas, con diversos resultados, aunque casi siempre que el Estado pudo y decidió apoyarse en la organización comunitaria los saldos negativos fueron menores.

En cualquier caso, la cuarentena visibilizó las desigualdades urbanas que existen en la Argentina, de tal forma que se revitalizó el reclamo histórico de avanzar hacia una integración socio urbana de los 4.400 barrios populares del país. En este capítulo nos vamos a centrar en las políticas que el gobierno nacional viene ensayando a modo de respuesta a este reclamo, así como retomaremos otro planteo, de menor notoriedad pública pero tal vez no menos importante: ¿es posible avanzar hacia la desconcentración urbana en la Argentina?








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